lunes, 28 de diciembre de 2009

Miedo

El corazón me late con fuerza, tanto que tengo la sensación que en cualquier momento llegaría a atravesar mi propio pecho. Todo está a oscuras, pero una luz azulada casi fantasmagórica me permite ver con claridad dónde me encuentro. Estoy contra la pared, acurrucada justamente en la esquina de la habitación. A mi derecha, hay unas escaleras que suben al piso superior el cual está abandonado. Y justo enfrente, el ascensor y el pasillo que lleva a la entrada de mi casa.

Siento una presencia que me encoge el alma. Me cuesta respirar, es como si aquella extraña energía pudiera estrechar mis pulmones. Está en el ascensor, puedo sentir su fría aura.
Tengo miedo.
Quiero huir, quiero gritar; pero soy como una marioneta la cual no tiene fuerzas para moverse por sí sola. Un golpe metálico me devuelve ante la realidad que estoy viviendo. Dos personas intentan protegerme de mi agresor, pero las tumba con suma facilidad.
Estoy perdida, es mi final me digo una y otra vez.

Clava su fría mirada de hielo en mí. Siento que puede matarme simplemente con esos ojos. Sus rasgos son finos y sus cabellos cortos y rubios no me recuerdan a nadie. No sé quién es. No conozco de nada a mi agresor y por desgracia empuña una navaja. Sorprendentemente, yo también tengo una en la mano. En un último intento de supervivencia, alzo el cuchillo y lo muevo nerviosamente intentando alejarle de mí. Cierro los ojos, temerosa de lo que se cierne sobre mí y maldije el momento que decidí abrirlos. Aquella mirada estaba a pocos centímetros de mi cara.

Ya no puedo gritar. Mi voz es acallada.

Y al fin despierto de aquel mal sueño.
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